lunes, 21 de octubre de 2024

El árbol eterno

 Por Alejandro Schoffer Kirmayer


Expectación en el Teatro Nacional. Noche de cierre de la décimo tercera edición de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá. Son las ocho pasadas del 19 de octubre de 2024 y se presenta la pieza Infinito de MiCOMPAÑÍA (Cuba/España).

Al iniciar la obra se escucha el pulso del corazón. Lo que parece ser un árbol «genealógico» se proyecta en el fondo, y este será una constante en toda la presentación: apareciendo y desapareciendo. Dos intérpretes en la escena: Leando Tomás Cleger Montero, vestido de negro, manipula al que está vestido en ropa interior, Héctor Javier Rodríguez Márquez. Este parece un muñeco o un niño que obedece todo el tiempo lo que su padre le dice que tiene que hacer.

Luego de este intenso dueto, se les suman Elizabeth Aday Cantero, Gelvin Manuel Hermida Cueto, Jara Fonseca, Lisset Galego Castañeda y Laura Beatriz Raimundo García. Las mujeres llevan puestos vestidos de color rojo, verde y
beige.





Hay encuentros, rechazo y cambios de posición y una música coral que varía durante la pieza. La manipulación continúa. Sí, ahora son todos manipulando al que está con el cuerpo semidesnudo. Podrían ser padres o hermanos o primos o tíos o abuelos, o quizás bisabuelos o hijos...

«No, no, te dije que no, que no» —dicen los intérpretes— «¡Te dije que no! ¡No es no y punto!». Y el que es manipulado trata de salir, pero no lo dejan. «¡No es no!», insisten, y lo gritan en contraste con la música que se detiene de golpe y vuelven a decir al unísono un ¡No! rotundo.

Pareciera que discuten. Zarandeo, música disruptiva, bailarines
moviéndose a ras de suelo, y vuelve el ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No!, y el niño manipulado se rebela de la familia y ahora lo grita él, alto y claro a los demás: «¡No!».

Después se muestra como es, como saludándolos con las palmas de las manos abiertas, estirándose como una mariposa libre. Los demás intérpretes aplauden, podría ser un guiño al flamenco, y las raíces del árbol con sus ramas vuelven a ser proyectados detrás de una tela fina que podría simbolizar una capa o la lluvia.

¿Quiénes somos? ¿Somos lo que nuestra familia fue?, me pregunto. ¿Somos lo que nuestra familia quiere que seamos? Y otra vez vemos árboles proyectados que se alejan y se repiten a modo de loop.

A continuación suena «La vida es un sueño» de Havana Social Club: Hay que vivir el momento feliz, hay que gozar lo que se pueda gozar, hay que darse cuenta de que todo es mentira, que nada es verdad. Hay que vivir el momento feliz. Mientras tanto, un ramo de flores pasa de mano en mano, pareciera que se toman fotos familiares. Una bailarina, la que viste de negro, se queda con las flores, ríe mientras la canción sigue su curso y termina llorando y dando un grito de histeria.

Luego, mientras el árbol es proyectado, vemos a los intérpretes caminar hacia atrás, al mismo ritmo, los pasos pronunciados. Es el paso del tiempo, los patrones repetitivos de generación en generación. Lo consigna el programa:
«Esta pieza es un viaje, un viaje infinito. Un viaje de búsqueda para saber más de uno mismo. Un camino que no se puede seguir sin saber más del pasado. Descubrirse a través de la familia y los antepasados. Nuestros recuerdos, secretos, experiencias, conflictos, silencios… y los que heredamos de los seres que conforman nuestro árbol genealógico».


Por su parte, la directora y coreógrafa de MiCOMPAÑÍA, Susana Pous, dice en oncubanews.com: «Cuando empiezas a viajar hacia adentro, empiezas a entender que hay muchas cosas que conforman el ser que tú eres, que tienen que ver con tus ancestros y las generaciones anteriores».

Hacia el final, forman una fila y con las manos y los cuerpos crean formas como de flores o raíces. Agarrados de mano no se dejan ir; son raíces conectadas en ese árbol genealógico eterno que seguirá haciéndose más y más grande conforme pase el tiempo.


Fotos de Raphael Salazar

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de




Un viaje del mirar

 Por Fernando Beseler




A la fachada bellavistina del Ateneo de Ciudad del Saber llegan el viernes 18 de octubre familias, buses con estudiantes, y público general. Tras dos presentaciones para escuelas públicas de San Miguelito y el I.S.P., PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, presentará a las 7:30 p. m. PAREIDOLIA, de la compañía chilena de teatro visual La Llave Maestra.

Dentro, niñas juegan en los pasillos. Sobre el escenario aforado de negro, una caja junto a una tela extendida. El micrófono adelanta emociones con la voz conmovida de Analida Galindo, co-fundadora del festival, quien dedica la función a Gina, una amiga que recién partió de este plano; y la tierna bienvenida de un infante que causa aplausos.

Una sábana traslúcida acartuchada ondea horizontal en la caja negra del escenario y en un parpadear flota vaporosa sobre las primeras butacas (casi al alcance de manos curiosas). Escuchamos brisa y cantos que parecieran impulsar al manto a formar ondulaciones o el rastro de una barca. Arena y pradera en la que aparecen, deambulan y desaparecen caminantes, causantes del movimiento desde la penumbra.


Experimentamos lo poético de figuras juguetonas en ligero balón que es boleado; en una esfera que contiene una mujer de corazón titilante y paraguas; y en ventiscas plásticas que enmarcan la danza torbellinesca de quien encarna un ciclón con sus mangas volátiles.

Con campaneos, arpegios y percusiones, por Gorka Pastor, un juego de luces da la ilusión de charrasquear la mimetizada pieza escenográfica del fondo que, con cortes paralelos como surcos de churruca, es portal de actores y objetos.

Entran y salen manos como aletas o peces saltarines, un brazo elástico; una gabardina flotante, que parece expulsar su alma, a bailar etéreamente. Pliegos develan a un hombre que es tragado por una chaqueta para mutar a sapo con lengua de corbata. Un hombre detallista intercambia un regalo por un desahogo verbal incontenible, materializado como soga que le envuelve, lo apresa.






Nuestra percepción más imaginativa, de niñez, permanece despierta durante PAREIDOLIA por las habilidades clown de Edurne Rankin, Maximiliano Muñoz, Marcela Burgos, Alejandro Núñez y Max Pertier, quienes dan vida a un costal de rostro mocoso; a bolsas de cuadros de comportamiento canino; a fantasmas; a unos pantalones con vibrato de Nina Simone; y a cinco avestruces, interpretando La danza de los pequeños cisnes de Tchaikovsky, con brazos por cuello y pico.

Cierra esta pieza, de autoría y co-dirección de Alvaro Morales y Edurne Rankin, con un fugaz ciclo vital. Ingrávida esfera es placenta de actriz que nace, y madura hasta desvanecerse en la tierra (aquí un pliego). Todo gestualizado fluidamente con utilería pasajera.

Mi vista vidriosa y pecho lleno de inspiración y agradecimiento por vivir esta sensorial aventura. Mientras aplausos y silbidos de júbilo reciben nuevamente a personajes pareidoliácos que reaparecen para el saludo final.




Nota: PAREIDOLIA, que da título al quinto trabajo de esta agrupación, es un fenómeno psicológico que nos permite ver formas en las nubes, rostros en edificios, figuras en la luna o el pavimento; o el perfil montañoso de la princesa Flor del Aire, en La India Dormida en Antón, Panamá.


Fotos de Raphael Salazar

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de




viernes, 18 de octubre de 2024

Y si nos abrazamos…

 Por Thyrza Guerrero

A veces no entendemos por qué elegimos a ciertas personas que dejamos entrar a nuestro mundo y, mucho menos, por qué nos alejamos de otras que pensamos serían eternas y que nos sumaron tanto: Bienvenidos al complejo mundo de las relaciones humanas, al mundo que nos presenta la compañía seleccionada de Estados Unidos para participar en PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su edición número 13.

Teatro Nacional, 17 de octubre de 2024, 8:00 p. m., una alta afluencia de público. Y es que la compañía Boca Tuya, con sede en Nueva York, dirigida por el coreógrafo puertorriqueño Omar Román De Jesús, ya había dejado su huella en Panamá con su participación en ediciones anteriores de este mismo festival (2020 y 2021). Para mí, esta sería mi primera vez, por lo que me acomodé en mi butaca con todos mis sentidos listos para vivir la experiencia.

Un montaje que a primera vista resulta muy sencillo. Caja negra, iluminada con unas luces de riego, calles, lycos frontales y mucho humo en escena. Así nos recibió el escenario del Teatro Nacional. Confieso que pude ver el montaje técnico y cómo el coreógrafo configuraba y reconfiguraba el espacio para su creación, por lo que mi curiosidad por ver el producto final era realmente alta, precisamente porque me pareció con pocas complicaciones a nivel técnico.




Inicia la pieza y confieso que me cautivó la música de OKRAA, «Ola de luz». Sin chistar, acepté la invitación para incursionar en el mundo creado por De Jesús, siguiendo el mismo paso agitado de sus habitantes. 

La propuesta: Caress them in a way that hurts a little, un título sugerente y a la vez contradictorio. El vestuario de los bailarines Margaret Jones, Ali Pfleger, Rachel Secrest, Lieana Sherry, Ian Spring, Marco Vega, Santiago Villarreal, Nat Wilson y Yusako Komori, diseñado por Anna Alisa Belous, estableció que nos encontrábamos en un mundo en donde la diversidad era importante, debíamos abrazarla, tolerarla y respetarla.

Los movimientos «populares», como el de hombros o caderas, a un ritmo que encaja en la música (sin que esta los proponga), claramente nos recordaron que el coreógrafo no olvida sus raíces latinas. El contexto en toda creación artística es importante.




El diseño de luces de Ben Rawson permitió que los movimientos marcados para la salida y entrada a escena de los bailarines, ante la vista del espectador, pareciera que estuviésemos disfrutando de una película de cine; ya que semejaba recursos de la edición audiovisual como el fade in y el fade out, creando una disolvencia perfecta que permitía que los intérpretes desaparecieran, aún sin haber abandonado el escenario. El cierre, un efecto de lluvia pertinaz, sin agua, reforzó los efectos cinematográficos logrados, sin ser cine. Realmente una genialidad.

Al final, tuve la oportunidad de intercambiar algunas palabras con el coreógrafo, quien me confirmó que es importante aceptar y entender en esta creación los movimientos muy humanos, y visibilizar la diversidad que existe en el mundo.

Esa noche me fui a dormir muy satisfecha y pensando que el teatro tiene mucho que aprender de la danza.



Fotos de Raphael Salazar

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de





¿De quién es el cuerpo cuando puede bailar así?

 Por Dionisio Guerra

En el Teatro Nacional se escucha la tercera llamada. Los murmullos se van desvaneciendo con las luces y el telón nos permite husmear en su interior. Un hombre está sentado en la oscuridad, al margen izquierdo del escenario. Las paredes negras crean una ilusión de profundidad infinita que empequeñece un poco a la figura del sujeto, pero no podemos quitarle la vista de encima.

El hombre intenta sentarse, pero las piernas se niegan a obedecerle. En realidad, las piernas no reaccionan a su solicitud porque tienen voluntad propia y el deseo de deshacerse de él. No hay música, no hay sonido. Solo él y esas piernas rebeldes.

A medida que el cuerpo va revelando más sobre sí comprendemos que no solo sus piernas están reaccionando de forma inusual. Cada mitad de ese cuerpo, con su autonomía, responde a necesidades distintas, propias.




En el público surgen risas nerviosas y algunos cuchicheos. Nadie comprende del todo lo que está pasando, hasta que, de pronto, el hombre se va de bruces y ¡paf! entendemos. No es un hombre luchando contra unas piernas con vida propia, sino dos cuerpos enfrascados en una lucha imposible, tratando de unirse, pero repeliéndose a la vez.

Son cuerpos reaccionando a sí mismos, incapaces de dominarse, como si intentaran ponerse de pie en una burbuja sin gravedad que gira cuesta abajo por una colina interminable. Para cuando nos damos cuenta, ya todos estamos dentro de esa espiral. Body #1 va más allá de la danza. Es un ensayo sobre el cuerpo, sobre su existencia, sus límites, sus posibilidades, la forma en la que está hecho, lo que permite y lo que provoca.


Body #1 es una obra de la coreógrafa israelí Roni Chadash que se presentó en Prisma-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá el jueves 17 de octubre. Allí pudimos ver a Maya Schwartz e Ido Barak, sus intérpretes, cautivarnos por un poco más de los veintidós minutos que dura la pieza, con una propuesta que parecía confusa pero que terminó siendo reveladora.

La obra plantea una búsqueda que permite replicar casi todos los movimientos posibles. ¿De quién es el cuerpo y por cuánto tiempo nos pertenece? ¿Es un todo, o debemos entenderlo por cada una de sus partes? ¿Cuáles son las leyes universales sobre las que cada cuerpo se rige? Es indiscutible la maestría de la coreógrafa en despertar esa curiosidad en el espectador. El cuerpo es uno. El cuerpo es único. El cuerpo es universal.  



Fotos de Raphael Salazar

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de




jueves, 17 de octubre de 2024

La chica somalí que corrió hacia sus sueños

Por  Alex Mariscal


Mientras que el público entra a la sala, el escenario del Teatro Ateneo de Ciudad del Saber se ilumina de azul turquesa y de humo. En el fondo izquierdo, en esa área donde la luz se hace más fría, se puede apreciar la silueta de un cuerpo humano tendido de espaldas al piso. De vez en cuando mueve un brazo o hace una contracción de su abdomen. Además, sobre esa infinita y fría quietud, se escucha una frase musical minimalista y electrónica; compuesta por Franco Vito, consta de escasas notas musicales, que se repiten una y otra vez. El resultado sensorial de esa fusión visual y sonora es la de una atmósfera brumosa, profunda e infinita. ¿Acaso, las profundas aguas que rodean la isla Lampedusa en el Mar Mediterráneo?

Tal como dice el programa, Samia, la pieza del italiano Adriano Bolognino, se inspira en la «historia real de Samia Yusuf Omar, la joven atleta somalí que murió en las aguas de Lampedusa mientras intentaba llegar a Europa para clasificarse para los Juegos Olímpicos». Es pieza ganó la convocatoria de coproducción «Rüm for dans» y debutó en octubre de 2023 en colaboración con Orsolina28, IIC Colonia, Staatstheater Darmstadt/Hessisches Staatsballett y Körper.

Luego, se da un apagón que silencia al público. A la vez, esto indica que la escena que antecedió fue solo el prólogo. Entra, entonces, una bailarina que camina en espiral hacia el centro del escenario. La iluminación vertical va alternando instrumentos para ir puntualizando un círculo de luz sobre el recorrido de la fémina. El ritmo de luz y movimiento es enfatizado con una nota de piano martillada tres veces en diferentes intensidades. (Esta frase musical es un bucle de tres sonidos que resultan ser la misma nota, pero parecieran diferentes por la forma y fuerza con que se ejecutan). En escena, la ejecutante corre, corre, hace una pausa, retoma un respiro, corre, lucha, entrena, se protege, se asusta, se agazapa, corre. Luego se unen a ella otras cinco bailarinas que en conjunto siguen desarrollando variantes y réplicas de la idea coreográfica planteada por la primera bailarina.

La idea de esta pieza de Adriano Bolognino es ejecutada por Rosaria Di Maro, Noemi Caricchia, Serena Pomer, Roberta Fanzini, Ines Giorgiutti y Laura Miotti. Las seis bailarinas, aunque provienen de técnicas diversas, ejecutan secuencias enérgicas y extenuantes con alta precisión; despliegan unos cuerpos muy bien alineados y con una excelente sincronización de las secuencias coreográficas.

El contenido nos propone un viaje angustiante, referenciando la difícil y extensa travesía de Samia y, al mismo tiempo, nos habla de los cientos de personas que se disponen a atravesar desiertos, selvas inhóspitas o peligrosos mares para lograr la libertad. Que no todos logran.

Esta obra presentada por Prisma-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá el día 16 de octubre en su fondo habla también de la resiliencia, elemento fundamental de la sobrevivencia del ser humano.




Fotos de Eduard Serra

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de



Estás a tiempo de arreglarte la camisa

 Por Alejandro Schoffer Kirmayer


En los altoparlantes nos dan la bienvenida Analida Galindo y Ximena Eleta, directoras de la décimo tercera edición de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá. Está lloviendo mucho. Son las 8 de la noche del martes 15 de octubre de 2024, y la obra There was still time de Miller de Nobili está por comenzar en el Teatro Nacional de Panamá.

Se abre el telón rojo y lo primero que vemos son unas luces alargadas colgadas de manera desordenada y a un intérprete con camisa gris que parece que busca algo en el espacio vacío. Se lleva las manos a la cara y gira sobre sí mismo. Una luz blanca parpadea constantemente al ritmo de la música. Parece un
bit que invita a rapear o a moverse. El breakdance se hace presente con el intérprete Alessandro Ottaviani.

La música varía y ahora mi mirada se centra en Nam Tran Xuan, quien se lleva la mano a los oídos o a la cara y trata de conectar con el otro. Él viste con camisa y medias verdes. Se acercan y se alejan constantemente en un juego repetitivo.



—No, ¡no! —dice uno.
Where were you? —le dice el otro. La palabra se hace presente. A veces se entiende lo que dicen, otras veces no.

Don´t touch me, they are coming, I don´t see anyone, do you here me? son algunas de las frases que escucho. De pronto parece que se conectan y de pronto There is nothing you can do o wait wait! Hay un ligero contacto entre los dos. Aceptación y rechazo constantes. En un punto parece que los dos se entienden y en otros momentos pareciera que compiten.

Teatralidad a través del gesto, acrobacia, breakdance, hip hop y lo absurdo. Detalles con las manos o los dedos de los pies. Durante la pieza se acomodan constantemente las camisas de manera intencional, dándose el permiso de hacerlo y de tomarse el tiempo que necesitan para volverlo a hacer.

En un momento dado los dos intérpretes se quedan en silencio, mirando al público, como esperando algo. Un guiño a Esperando a Godot de Samuel Beckett.

What are we doing? Let´s do nothing. Let´s do nothing then. Dos personas del público salen de la sala y el de camisa verde sigue a uno de ellos con la mirada. Otras personas ríen. Y ahí permanecen los dos, como esperando al tiempo o el tiempo esperándolos a ellos, hasta que el bailarín de gris empieza a impacientarse evidenciándolo con movimientos hacia el suelo.

Lo que sucede después es un constante ir y venir con música que se acelera y disminuye. Con las luces colgantes variando, vals con hip hop y piano de fondo, y sube y baja, baja y sube de cuerpos rapeando. Y después parece que es un vinil sucio o rayado y una música desafinada.




Hacia el final, una lucha de egos; parece
capoeira con breakdance, y el vencedor es el de camisa verde. La rabia y angustia existencial se hacen presentes.

Apagón, luces y aplausos; aparecen en escena saludando los coreógrafos de la pieza: María Chiara de Nobili y Alexander Miller, junto a los protagonistas bailarines, también coreógrafos, que se acaban de abrazar después de la batalla.

Se cierra el telón.



Fotos de Eduard Serra

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de




Los pequeños actos de la fiesta de la vida | PRISMA LAB PROFESIONAL

Por Félix Ruiz Rodríguez


Entre risas, anécdotas, conversaciones de pie en los pasillos del Teatro Ateneo de la Ciudad del Saber, la vida social parecía desarrollarse con total normalidad para quienes se dieron cita en la función de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, del día lunes 14 de octubre. 

Mientras esperaban los llamados para volver a sus asientos e iniciar la segunda puesta en escena de la noche, una bola disco, colgada en el centro del escenario, daba la bienvenida a los Pequeños actos, del artista español Igor Calonge.

Desde el primer momento, la obra de Calonge imprimía un ambiente de música y luces de fiesta, que traía a la memoria aquellas celebraciones noventeras de graduaciones, quinceaños, y las noches de discoteca. Las personas continuaban de pie, sin darse cuenta de que la recepción ya había empezado y ellos eran los invitados. Entre la audiencia transitaban los bailarines, que repentinamente subirían al escenario desde el proscenio.






Se apagan las luces. Los intérpretes, vestidos con ropas de brillos, colores y texturas metálicas, posicionados en una línea diagonal, que atravesaba el escenario, comenzaron lentamente la rutina de piso, que fue aumentando su ritmo de manera progresiva y vertiginosa en un éxtasis sin fin.

La música se detiene. Nos inunda un silencio ensordecedor, una especie de resaca auditiva que nos propinó de golpe la ausencia de decibeles de una composición que el mismo Calonge diseñó para este trabajo. Este recurso, que el español supo aprovechar a lo largo de toda la obra, fue la pauta o consigna que nos indicaba el ritmo de la «fiesta»: pausa, respira y retoma.

Habría que hacer mención especial del diseño de iluminación, a cargo de Camilo Soudant y Lidianne Carvalho, que nos sumergía en un viaje en espiral. Frente a nuestros ojos, los patrones lumínicos no solo desarrollaban una escena de fiesta, sino que pronto nos revelaría que se trataba de un diálogo sobre la historia de las relaciones humanas, sus interacciones. Una celebración de la vida, sí, pero también de la muerte y de las grandes contradicciones sociales.




Pequeños actos es una obra de danza contemporánea que se divorcia absolutamente de las estructuras dramatúrgicas convencionales, lo que permite que la pieza se enriquezca de los elementos e intensiones que sus intérpretes puedan aportar en escena. No hay hilo conductor o narrativa evidente; la obra está hecha de momentos, como las fiestas: risas, llantos, burbujas, ojos vendados con un listón rojo, pleitos, una mujer aeroplano, la locura, la desnudez… 

A nivel de movimiento, Igor se caracteriza por el alto nivel de fisicalidad, rutinas complejas de piso con espirales. En la obra hay novedosas dinámicas de contact, cargadas, trabajo en equipo. En este sentido, la ovación se la merecen los bailarines/intérpretes Nastia Goiburu de Paraguay, Cris Ramesh Cantarino de Brasil y Matias Sangougnet de Argentina; sin dejar de lado el alto rendimiento profesional de los panameños José Luis Montalvo, Ángel Adames, Boris Alvarado, Carolina Figueiredo, Sara Martin, Adrián Morales, Ida Obediente y Jaime Ruiz, quienes trabajaron arduamente durante dos semanas, tras ser seleccionados por el festival para el PRISMA LAB Profesional de esta edición.

Si tuviera que resumir esta puesta en una sola frase, diría que la obra de Igor Calonge trata sobre la fiesta de los cuerpos, sus sombras y su luz.



Fotos de Raphael Salazar

Ficha técnica y datos de la compañía

Editado con el apoyo de



El árbol eterno

 Por Alejandro Schoffer  Kirmayer Expectación en el Teatro Nacional. Noche de cierre de la décimo tercera edición de PRISMA – Festival Inter...