Por Félix Ruiz Rodríguez
Entre risas, anécdotas, conversaciones de pie en los pasillos del Teatro Ateneo de la Ciudad del Saber, la vida social parecía desarrollarse con total normalidad para quienes se dieron cita en la función de PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, del día lunes 14 de octubre.
Mientras esperaban los llamados para volver a sus asientos e iniciar la segunda puesta en escena de la noche, una bola disco, colgada en el centro del escenario, daba la bienvenida a los Pequeños actos, del artista español Igor Calonge.
Desde el primer momento, la obra de Calonge imprimía un ambiente de música y luces de fiesta, que traía a la memoria aquellas celebraciones noventeras de graduaciones, quinceaños, y las noches de discoteca. Las personas continuaban de pie, sin darse cuenta de que la recepción ya había empezado y ellos eran los invitados. Entre la audiencia transitaban los bailarines, que repentinamente subirían al escenario desde el proscenio.
La música se detiene. Nos inunda un silencio ensordecedor, una especie de resaca auditiva que nos propinó de golpe la ausencia de decibeles de una composición que el mismo Calonge diseñó para este trabajo. Este recurso, que el español supo aprovechar a lo largo de toda la obra, fue la pauta o consigna que nos indicaba el ritmo de la «fiesta»: pausa, respira y retoma.
Habría que hacer mención especial del diseño de iluminación, a cargo de Camilo Soudant y Lidianne Carvalho, que nos sumergía en un viaje en espiral. Frente a nuestros ojos, los patrones lumínicos no solo desarrollaban una escena de fiesta, sino que pronto nos revelaría que se trataba de un diálogo sobre la historia de las relaciones humanas, sus interacciones. Una celebración de la vida, sí, pero también de la muerte y de las grandes contradicciones sociales.
Pequeños actos es una obra de danza contemporánea que se divorcia absolutamente de las estructuras dramatúrgicas convencionales, lo que permite que la pieza se enriquezca de los elementos e intensiones que sus intérpretes puedan aportar en escena. No hay hilo conductor o narrativa evidente; la obra está hecha de momentos, como las fiestas: risas, llantos, burbujas, ojos vendados con un listón rojo, pleitos, una mujer aeroplano, la locura, la desnudez…
A nivel de movimiento, Igor se caracteriza por el alto nivel de fisicalidad, rutinas complejas de piso con espirales. En la obra hay novedosas dinámicas de contact, cargadas, trabajo en equipo. En este sentido, la ovación se la merecen los bailarines/intérpretes Nastia Goiburu de Paraguay, Cris Ramesh Cantarino de Brasil y Matias Sangougnet de Argentina; sin dejar de lado el alto rendimiento profesional de los panameños José Luis Montalvo, Ángel Adames, Boris Alvarado, Carolina Figueiredo, Sara Martin, Adrián Morales, Ida Obediente y Jaime Ruiz, quienes trabajaron arduamente durante dos semanas, tras ser seleccionados por el festival para el PRISMA LAB Profesional de esta edición.
Si tuviera que resumir esta puesta en una sola frase, diría que la obra de Igor Calonge trata sobre la fiesta de los cuerpos, sus sombras y su luz.
Fotos de Raphael Salazar
Ficha técnica y datos de la compañía
Editado con el apoyo de
No hay comentarios.:
Publicar un comentario