Por Thyrza Guerrero
A veces no entendemos por qué elegimos a ciertas personas que dejamos entrar a nuestro mundo y, mucho menos, por qué nos alejamos de otras que pensamos serían eternas y que nos sumaron tanto: Bienvenidos al complejo mundo de las relaciones humanas, al mundo que nos presenta la compañía seleccionada de Estados Unidos para participar en PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su edición número 13.
Teatro Nacional, 17 de octubre de 2024, 8:00 p. m., una alta afluencia de público. Y es que la compañía Boca Tuya, con sede en Nueva York, dirigida por el coreógrafo puertorriqueño Omar Román De Jesús, ya había dejado su huella en Panamá con su participación en ediciones anteriores de este mismo festival (2020 y 2021). Para mí, esta sería mi primera vez, por lo que me acomodé en mi butaca con todos mis sentidos listos para vivir la experiencia.
Un montaje que a primera vista resulta muy sencillo. Caja negra, iluminada con unas luces de riego, calles, lycos frontales y mucho humo en escena. Así nos recibió el escenario del Teatro Nacional. Confieso que pude ver el montaje técnico y cómo el coreógrafo configuraba y reconfiguraba el espacio para su creación, por lo que mi curiosidad por ver el producto final era realmente alta, precisamente porque me pareció con pocas complicaciones a nivel técnico.
Inicia la pieza y confieso que me cautivó la música de OKRAA, «Ola de luz». Sin chistar, acepté la invitación para incursionar en el mundo creado por De Jesús, siguiendo el mismo paso agitado de sus habitantes.
La propuesta: Caress them in a way that hurts a little, un título sugerente y a la vez contradictorio. El vestuario de los bailarines Margaret Jones, Ali Pfleger, Rachel Secrest, Lieana Sherry, Ian Spring, Marco Vega, Santiago Villarreal, Nat Wilson y Yusako Komori, diseñado por Anna Alisa Belous, estableció que nos encontrábamos en un mundo en donde la diversidad era importante, debíamos abrazarla, tolerarla y respetarla.
Los movimientos «populares», como el de hombros o caderas, a un ritmo que encaja en la música (sin que esta los proponga), claramente nos recordaron que el coreógrafo no olvida sus raíces latinas. El contexto en toda creación artística es importante.
El diseño de luces de Ben Rawson permitió que los movimientos marcados para la salida y entrada a escena de los bailarines, ante la vista del espectador, pareciera que estuviésemos disfrutando de una película de cine; ya que semejaba recursos de la edición audiovisual como el fade in y el fade out, creando una disolvencia perfecta que permitía que los intérpretes desaparecieran, aún sin haber abandonado el escenario. El cierre, un efecto de lluvia pertinaz, sin agua, reforzó los efectos cinematográficos logrados, sin ser cine. Realmente una genialidad.
Al final, tuve la oportunidad de intercambiar algunas palabras con el coreógrafo, quien me confirmó que es importante aceptar y entender en esta creación los movimientos muy humanos, y visibilizar la diversidad que existe en el mundo.
Esa noche me fui a dormir muy satisfecha y pensando que el teatro tiene mucho que aprender de la danza.
Fotos de Raphael Salazar
Ficha técnica y datos de la compañía
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