Por Alex Mariscal
La noche del 12 de octubre Prisma-Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá presentó la pieza Thin Skin (piel delgada), de Eliška Brtnická and Coll.
Amparadas en la severa rigidez de la caja de concreto que constituye el espacio alternativo Xielo, las intérpretes Eliška Brtnická (checa), Aki Joshida (japonesa) y Eleonora Dall’asta (italiana radicada en Panamá) conducen al público a contemplar lo que sucede en el aire, a más de dos metros de altura. Vestidas con un enterizo color gris, las tres ejecutantes exploran el peso y el balance de unas varillas metálicas; las sobrepesan, las cargan; luego las atan con sogas que cuelgan, a su vez, de las vigas del techo.
A ratos las varillas rotan como aspas de veletas en una atmósfera creada por luz blanca que incide desde el piso hacia las paredes. Este elemento lumínico destaca especialmente por cómo, sobre las paredes de cemento crudo del espacio Xielo, se reflejan las sombras agrandadas de las ejecutantes y las de las varillas. En combinación con la música, de Stanislav Abrahám y Roman Džačár, que es un fluir de sonidos ronroneantes y continuos hechos de motores y de tubos naturales, sugiere una atmósfera expresionista y de tono muy urbano.
En escena las bailarinas trepan sobre las varas metálicas, las hacen girar; cuelgan, se sientan sobre ellas, se acuclillan y se paran sobre ellas. El acto es similar, en el elemento del vértigo, al de un acto de trapecio; pero, en vez de gruesos maderos o tubos, la creadora de Thin Skin eligió delgadas y largas varillas metálicas de más de dos metros de largo.
La creadora quiso explorar el concepto de cómo las ejecutantes —como lo hace el Homo sapiens— van dejando huellas en lo que tocan. Ella explicó en el conversatorio post presentación que quiso explorar el inverso del trapecio tradicional, en donde es el cuerpo el que toma la forma del trapecio. En efecto, la artista checa Eliška Brtnická, creadora del concepto, en la parte final del espectáculo dirige a cada una de las ejecutantes a cambiar los equilibrios y los balances sobre el metal, y las maleables y delgadas varillas comienzan a abrazar las formas de los cuerpos de cada una.
Al reflexionar sobre el tema fuera del contexto escénico, pienso en los cientos de obreros de la construcción que a diario sortean la mortal gravedad en una azotea, a cientos de pies sobre la calle, llena de varillas. Muchos de ellos, por el afán del hombre urbano de tocar el cielo con sus edificios, no lograron el abrazo metálico, solo el del frío cemento de la calle.
En el caso de la pieza Thin Skin, se construye con elementos muy sencillos. No hay grandes saltos, ni giros sobre el aire. Es un trabajo de dominar la física básica: balance, peso, contrapeso. Es un acto puro de circo y de trapecios; danza aérea concreta, meticulosa y calculada; el arte de cómo danzar sobre delgadas varillas que cuelgan de una cuerda floja.
Fotos de Raphael Salazar
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