Por Janelle Sibauste*
Se ilumina lentamente el escenario para ir descubriendo que al fondo, a la izquierda, aparece una masa de piel, piernas, brazos, pies y manos que respira frente a nosotros. Van emergiendo, una cabeza y luego otra. Se va revelando un ser sin forma específica que late y se mueve dentro de sí mismo. Un organismo que se reconoce a sí mismo a través del tacto y movimientos de búsqueda y del que poco a poco van emergiendo dos torsos, brazos y piernas.
Así inicia ORIGánika en un acto radical de vulnerabilidad y valentía. Paloma y Paloma, madre e hija en la vida real, están completamente desnudas ante la mirada de todos y al servicio de contarnos sobre el enorme dolor de la pérdida de una madre. Madre e hija en una relación de la que parecen depender para vivir. Paloma madre muere, para que Paloma hija nazca, se encuentre a sí misma, crezca, se reproduzca, muera e inicie el ciclo otra vez, hasta el infinito.
En ORIGánika, Juliana Reyes y Paloma Hurtado, con la participación especial de Paloma De la Cruz Acevedo, nos llevan, a través de la narrativa del movimiento y un escena minimalista, por un viaje de transformaciones en el ciclo de la vida y la muerte, con una sutileza exquisita para hacernos transitar entre lo poético y la realidad desgarradora de la muerte. Con imágenes muy complejas y directas, somos testigos del íntimo vínculo de una madre y una hija que parecieran dar a luz la una a la otra en un doloroso proceso de desmembramiento y separación.
La dramaturgia de Juliana Reyes nos brinda una perspectiva autobiográfica que rompe con sus temáticas usuales para adentrarse en un proceso de investigación autoreflexiva y catártica junto a Paloma Hurtado, una intérprete de técnica impecable, que fue capaz de transmitirnos todo un recorrido de emociones a través de una fuerte fisicalidad y control total de su cuerpo.
Como una criatura que ha perdido toda la protección contenedora que le daba estructura y sentido, Paloma se revuelca, tiembla con violencia, cae y se recupera. No se reconoce a sí misma ni a su entorno sin su madre. Poco a poco va emergiendo y tomando una nueva forma mientras que la vemos descubrirse a sí misma, jugar disfrutando del placer de su propia existencia, expandiéndose en el espacio con calma y seguridad superando la tragedia.
Observamos en los distintos estados de su personaje que el autoconocimiento es también una manera de morir, cambiar de piel y renacer para seguir adelante. Durante la obra parece que vemos a Paloma Hurtado en una conexión personal con sus propios orígenes al brotar gestos y vocabulario propios de la danza española y el flamenco, los cuales se integran con gran fuerza en su lenguaje como bailarina, intérprete y coreógrafa.
El uso del espacio nos ayuda a distinguir claramente las distintas etapas del ciclo, que va de atrás hacia adelante y de abajo hacia arriba, alternándose sucesivamente; en donde atrás van quedando los recuerdos y connotaciones con la madre, el pasado y la muerte. Abajo, el cuerpo desarmado que poco a poco emerge fortalecido, hasta volver a la tierra para reiniciar el ciclo.
Se trata de una puesta en escena minimalista dentro de una caja negra con cuerpos que danzan desnudos. Dos objetos blancos de gran tamaño, símbolos del cambio y la continuidad, y un vestido rojo pegado que sirve de nueva piel al personaje que se va instalando en sus nuevas formas. Las esculturas blancas de origami, creaciones de Diana Gamboa, nos impactan visualmente con la fuerza de un tercer y cuarto personaje que se achican y se expanden, interactúan con las formas de las bailarinas, las rodean, las cubren, las protegen, representando vida, tumba y contenedores de la transformación.
ORIGánika nos muestra un claroscuro entre lo bello y la tragedia, con una iluminación a cargo de Humberto Aguillón que por momentos exalta la crudeza del desnudo y el sufrimiento con fuertes contrastes de luces y sombras, y en otros, nos conforta con luces tenues como un sutil guía que nos va llevando de la mano a través del escenario y los distintos momentos de la obra. El ambiente sonoro del mundo de ORIGánika, compuesto por Camilo Giraldo, refuerza las sensaciones, ritmos y texturas de la reconstrucción interior propuestos en la pieza.
ORIGánika nos ofrece una puesta en escena sobria pero abundante en imágenes que nos mantienen inmersos en su propio mundo e, inesperadamente, con ganas de presenciar el ciclo repetirse infinitamente. De esta manera, el 13 PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá inicia su programación en salas con un tema profundo y transformador, que logra tocar fibras sensibles y que seguramente no dejará a nadie indiferente.
*Nota del editor: esta reseña se hizo a partir de los enunciados del Taller de Desmontaje, dirigido por el dramaturgo colombiano Diego Fernando Montoya, en el marco de la edición número 13 de PRISMA. La obra reseñada se presentó la noche del viernes 11 de octubre de 2024 en la Fundación Espacio Creativo.
Ficha técnica y datos de la compañía
Fotos de Raphael Salazar
Editado con la colaboración de
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