Por Alex Mariscal
I
Necesito un abrazo tan grande como la sombra de una higuera
En la tarde del domingo 13 de octubre, sobre una tarima alrededor de una enorme higuera del patio contiguo al Biomuseo de la Calzada de Amador en la ciudad de Panamá, Prisma-Festival Internacional de Danza contemporánea de Panamá presentó Brut A, de Carla Mabel Lozano.
En ese ambiente tropical y subhúmedo, con una banda sonora que fundió la música de Woodkid, Niels Frahm y Raime con el sonido natural de olas, barcos, pájaros, murmullos y risas de los niños y adultos, la ejecutante fue adentrándose al cálido espacio. Movimientos elongados en contraste con contracciones pusieron en evidencia un cuerpo entrenado en danza clásica y también la búsqueda de un movimiento contemporáneo. Esto último se deduce por su incorporación del espacio.
La ejecutante relaciona su cuerpo con las barandas, las abraza y se recuesta sobre ellas. También recoge las hojas del suelo y las estruja, juega con las raíces aéreas del ficus e incorpora al público en su ejecución.
Según el tema de esta pieza la actriz manifiesta una solicitud urgente de abrazos. Ante la petición, algunos niños sorprendidos se quedaban en ascuas; otros sí acudieron al abrazo y, en consecuencia, detonó un gran suspiro colectivo y una lluvia de aplausos.
Esta experiencia dancística, que es muy visceral y de empatía, escarba en esa necesidad fundamental de ser en relación con el otro. Es decir, del deseo de matar la soledad. Y esa sola necesidad de un abrazo me hace reflexionar sobre cómo, a veces, la vida transcurre y transitamos por ella la mayor parte del tiempo sin consciencia de qué es lo que vivimos.
Esta tarde de danza, a través de Brut A y su propuesta artística, vuelvo, al menos por un instante, a considerar mi frágil condición humana; me insta a valorar la sombra de un árbol, escuchar los susurros de la naturaleza y abrazar al otro.
Fotos de Raphael Salazar
Ficha técnica y datos de la compañía
II
Danzando desde la vida y para la vida
La energía pura y el nerviosismo de diecisiete adolescentes se despliega sobre el cuadrilátero de linóleo blanco colocado en el primer alto del Biomuseo.
El trabajo muestra el producto de un taller de formación de danza para adolescentes que proceden de fundaciones que utilizan la danza como «herramienta de transformación, seleccionados a través de un proceso de audición». Este programa «lo vengo produciendo en varios países del mundo», comenta el coreógrafo francés Ivvan Alexandre.
La puesta es diversa, pues muestra trabajo individual, dúos, tríos y coro. El movimiento que se crea tiene una calidad urbana y popular, pues en el cuerpo de los jóvenes se percibe su cultura musical actual. Por otro lado, las interacciones entre bailarines muestran una actitud de desafío entre las partes. En algunos otros momentos, al hacerse grupos también se reafirma la solidaridad contra la presencia del intruso.
El coreógrafo y maestro Alexandre planteó que todas las secuencias y los motivos individuales se gestaron simplemente a partir del uso de las articulaciones.
En esta coreografía utilizó música original con la intención de reproducir un ambiente sonoro similar al del Biomuseo, una ecología rodeada de árboles, de mar, de aves e insectos. Pidió al músico Jérémie Morizeau que diseñara un sonido con ese ambiente en el que se integran sonidos sutiles, apenas distinguibles, sobre la base principal de una maqueta musical.
El mayor valor de PRISMA Lab Juvenil, más allá del potencial dancístico que ya evidencian los chicos, es la fortaleza disciplinaria y emocional que esta experiencia registra en el cuerpo y vida de cada uno de ellos. La ovación final del público, especialmente de familiares y amigos, les marcará para toda la vida.
Fotos de Raphael Salazar
Ficha técnica y datos de la compañía
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